domingo, 10 de febrero de 2008

ELLAS SE ABURREN...

   

Hoy en día, la mujer es un icono representativo de la actual sociedad, se muestra segura, independiente, emprendedora, trabajadora, entre otras de sus tantas cualidades. Sin embargo, no siempre ha sido así; al dar un vistazo al pasado, se localizan grandes diferencias y se encuentra a la mujer en un papel secundario, dándosele mayor importancia al rol masculino.

En el siglo XIX, bajo otros paradigmas que abordaremos en este articulo, la mujer ocupaba un solo espacio: era una parte más de los hogares, no tenía representación alguna en la sociedad, por lo que, se tomaba simplemente como una figura, más que como un miembro activo en la sociedad, siendo de esta manera, relegada y aislada, sin tomarse en cuenta sus aspiraciones, deseos, cualidades, y anhelos. De esta manera, en el ámbito religioso, la mujer no era considerada más que el punto cohesionador en la familia; representaba la base moral que permitía que el grupo familiar se mantuviese unido y bien establecido, logrando de esta manera, ser presentada correctamente en el círculo social.

  

En estas novelas se puede observar la constante del tedio como un elemento que induce a las mujeres a ser infieles, subyace también la cuestión de los matrimonios conformados sin amor, matrimonios por conveniencia económica en donde los hombres mayores de cuarenta años buscaban jovencitas veinteañeras para casarse y mostrarse en público, sin percatarse que estas jóvenes en poco tiempo se comenzarían a fastidiar de su compañía y buscarían a muchachos más apuestos para consumar sus deseos carnales.

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Los paradigmas del siglo XIX.

El siglo XIX se caracterizó por ser una época de continuos cambios, el triunfo de la razón llevó a la sociedad a pensar en un mundo en perpetuo avance, la industrialización inminente cambió la fisonomía de las ciudades, la mentalidad de la sociedad capitalista seguía al pie de la letra los conceptos vertidos por Adán Smith respecto al individualismo, y de esta forma las familias se comenzaron a transformar en núcleos aislados que perseguían sus objetivos con el fin hedonista de acumular, y por consiguiente ostentar.

La literatura se constituyó como un medio de expresión y denuncia de la realidad, las obras literarias reflejaban las características del ambiente en el cual se desarrollaban y en una gran mayoría se observan datos autobiográficos de los autores. Todas las huellas que ha dejado la obra literaria entre 1840 y 1900 (realismo), tanto en Europa como en América, nos muestran las características propias de la clase burguesa y sus excentricidades, a diferencia de las obras naturalistas que se encargaban de plasmar todas las aflicciones de la clase social baja y la vida en los suburbios.

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El rol de la mujer en la sociedad industrial.

Las mujeres de la alta sociedad.

Se consideraba que las mujeres de la clase media y alta debían permanecer en casa como símbolo decorativo del éxito económico de sus maridos. La única alternativa para las mujeres respetables de cualquier clase era el trabajo como profesoras, vendedoras o doncellas.

Las mujeres de la clase alta no tenían que realizar las tareas del hogar, porque sus esposos, les propiciaban un grupo de sirvientes que se encargaban de la comida, la limpieza de la casa, el orden y mantenimiento de los jardines, como así también el cuidado y la educación de los niños de la familia.

El rol de la señora de la alta sociedad se restringía a la mera compañía de su esposo cuando éste frecuentaba algún lugar público, como los teatros o las reuniones entre amigos.

La mujer no accedía a una educación para desempeñarse en el mercado laboral, porque la educación femenina no era utilitaria. Solamente recibían instrucción general básica (leer y escribir) además recibían lecciones de piano y de baile. Por lo tanto, todo lo que las jóvenes pretendían era conseguir un buen esposo y cautivarlo con sus conocimientos sobre música, o bien entretenerlo con danzas de salón.

En los últimos años del siglo XVIII y los primeros años del siglo XIX las mujeres recibían una educación diferente a la de los hombres, la principal fuente de conocimiento era la iglesia y las niñas de clase social alta eran educadas en conventos con una carga importante de moral y teología. Gradualmente, sin embargo, la educación para las mujeres, de forma separada, pero de igual base que la otorgada a los hombres, fue entendiéndose como una clara responsabilidad de la sociedad. Poco a poco, se fue dejando atrás la educación unisexual, es decir, sólo para hombres y las escuelas modernas empezaron a dictar clases como lo hacen en la actualidad.

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“Ellas se aburren.” Un análisis del rol femenino en las novelas realistas.

Durante el siglo XIX hubo un tema que convocó a escribir a muchos escritores realistas, hablamos de la infidelidad femenina. Si bien el tema del adulterio no es nuevo, ya que muchas obras precedentes a este período lo han tratado, lo original, es centrar a la mujer como desleal, dentro de la sociedad patriarcal y machista de aquellos años.

Las obras literarias que tratan el tema de la infidelidad femenina se comienzan a publicar por toda Europa y posteriormente llega la temática a nuestro continente. Madame Bovary (1857) del francés Gustave Flaubert, Ana Karénina (1873) del ruso Liev Tolstói, La regenta (1884) de Alas Clarín como también Los Pazos de Ulloa (1886) de Emilia Pardo Bazán en España, y también La Gran Aldea (1884) del argentino Lucio V Lopez, muestran historias de mujeres jóvenes que engañan a sus esposos sin pudor.

En estas novelas se puede observar la constante del tedio como un elemento que induce a las mujeres a ser infieles. Desde una perspectiva psicológica el tedio ha sido definido como un desorden de la conducta producido fundamentalmente por la sensación de alteridad propia de la modernidad. La sociología, por su parte, ha descrito el tedio como un fenómeno propio del concepto moderno de la repetición inserta en los hábitos monótonos de las sociedades herederas de la Revolución Industrial.

La obra más representativa: “Madame Bobary”

Madame Bovary, subtitulada Costumbres provincianas, es, en apariencia, una convencional historia de adulterio, pero logra convertirse en un profundo análisis de la humanidad y, en concreto, en un ataque a la monotonía y a las desilusiones de la vida burguesa. Emma Bovary, con la imaginación repleta de románticas ilusiones sobre el amor y la pasión, se topa con la realidad de un insípido matrimonio que la ahoga. Entonces busca las sensaciones y emociones, que cree existen por haberlas leído en los libros, por medio de una serie de aventuras amorosas. Lo que ella ve y siente al principio como grandes pasiones, verá después que en realidad no son mucho más interesantes que su aburrida vida matrimonial.

Emma sufre de vez en cuando crisis de arrepentimiento, pero hay algo en ella más fuerte que la lleva a recomenzar sus infidelidades en forma más violenta. Emma aparenta ser conquistada, pero en realidad es ella la que con atrevimientos alimenta y mantiene sus relaciones. Nos encontramos frente a una versión femenina de Don Juan que pone todo su fuego en la conquista, pero que es incapaz de enamorarse. No hay en ella sentimientos propiamente femeninos, ni siquiera su hija despierta en ella un amor maternal fuerte.

Después de los reiterados casos de infidelidad, en un ataque de desesperación, se suicida y termina con su vida errante. Flaubert refleja con gran acierto la tragedia de este personaje y es por eso que Madame Bovary ha resultado ser una obra de referencia constante, hasta el punto de ser considerada una obra maestra del realismo.

EN SINTESIS:

Desde la antigüedad, el adulterio se ha constituido como trama de muy diversas creaciones mítico-literarias. Así, en el Antiguo Testamento se narra la pasión adúltera establecida entre el rey David y Betsabé, esposa de Urías el hitita. También, los amores furtivos del caballero Lanzarote y la reina Ginebra en la Leyenda del rey Arturo. En definitiva, desde muy variadas perspectivas morales, han tocado el adulterio creaciones tan diversas como los “Cuentos de Canterbury”, de Geoffrey Chaucer; “Otelo”, de William Shakespeare y “La letra escarlata”, de Nathaniel Hawthorne.

Sin embargo, la novela de Flaubert, es emblemática porque centra la infidelidad en una mujer, una mujer que rompe con los conceptos de la época. Por este motivo, la obra fue censurada y a su autor se lo acusó y juzgó por atentado a la moral pública y las buenas costumbres.

Esta obra literaria del siglo XIX ha recibido en nuestro siglo, un profundo estudio psicológico y ha servido para acuñar el término “Bovarismo” para referirse a una conducta típicamente femenina que designa la insatisfacción permanente.

Por aquellos años, la mujer de una posición privilegiada no tenía obligaciones ni tareas que cumplir y el aburrimiento, la monotonía y el vacío existencial la lleva a cometer actos de infidelidad para salir de ese mundo gris y sin sentido. Por lo tanto, estamos en condiciones de afirmar que, es el tedio el factor por el cual la mujer se convierte en adultera. La infidelidad es una escapatoria del mundo tedioso del matrimonio. La evasión es una manera de contrarrestar la infelicidad en una sociedad que consideraba a la mujer un mero “adorno” y en la cual no existía un rol importante para el sexo femenino.

El ideal que persiguen las mujeres de la época está influenciado por la lectura reiterada de literatura romántica. Hay que tener en cuenta que el tiempo libre era excesivo y sin tener tareas que realizar en la casa, las mujeres de la burguesía, consumían los libros de todos sus contemporáneos. Por este motivo, el ideal de Emma se evidencia por los temas que conoce a través de los libros. Exalta los sentimientos hasta el punto de justificar el suicido por un amor no correspondido, y establece un tono y un estado de ánimo imitando a los autores románticos tanto en sus obras como en su vida personal, se puede observar una tendencia al frenesí, a la melancolía, al hastío del mundo y a la autodestrucción, constantes fundamentales de la literatura romántica.

En definitiva, la figura de Emma es la representación exacta de un tipo de personalidad que aún hoy es muy frecuente. El inconformismo y el vacío existencial siguen existiendo y no es difícil encontrar en la sociedad actual muchos casos similares a la historia de Madame Bovary contada hace 150 años.

1 comentario:

Erica dijo...

Muy bueno el articulo, pero creo que la imagen de la mujer no ha cambiado mucho desde el siglo XIX si bien hoy se nos da alguna que otra cabida en el mundo profesional seguimos siendo vistas como trofeos, no quiero quemar corpiños ni ponerme en fiera feminista, es analizar que en realidad no ha cambiado en mucho la visión de la mujer si no que usamos conceptos más modernos para definirla.